" A media tarde uno encuentra a las damas francesas sentadas relajadamente con los bastidores de bordar en el alféizar de la ventana, mientras que el señor de la casa lee a Musset Se sirve vino y bizcochos y todo el grupo se sienta alrededor de la mesa. Tan educados, tan estirados, soportando los largos silencios, cuando nadie parece tener nada que decir"

Virginia Woolf Atardecer en Sussex y otros escritos.

foto: Elsa Estremadoyro Heller

MARZO . MUJER . 3

Ana Zavala . Bailarina

Ana, además de bailarina, es fundadora del grupo de danza y teatro Íntegro, con el que ha creado gran parte del repertorio de la danza contemporánea nacional. Cuando baila, Ana parece un tigre, un viento o un espíritu.

 

 

¿Quién es Ana Zavala?

Asu, buena pregunta.

¿Siempre fuiste bailarina?

Sí, pero, no me considero una bailarina. No diría que soy una bailarina. A veces, puedo ser muchas cosas, creo; no me gusta parametrarme en una sola. Lamentablemente pareciera que nos han obligado a tener que ser alguien. Yo, de verdad, quisiera ser igualita a mi gato. Esa es mi respuesta, no quiero ser nadie. Es más, cuando no soy nadie en los viajes, soy la persona más feliz de la Tierra; cuando eres un “NN” y tu identidad se construye día a día en relación a lo que te va pasando. Nadie te conoce, entonces, ¿quién eres si nadie te conoce como lo que tú crees que eres? ¿No? ¿O lo que en una sociedad se ha formado y te ha convertido en algo? Pero yo no creo eso.

Pero sí te consideramos nosotras una bailarina importante.

Sí, pero, hay más que eso, creo.

Claro, tú no lo sientes así y está muy bien, pero, en la sociedad…

Lo puedo sentir, pero son convencionalismos. A eso voy, nada más. Y a veces, quieres salir de esas convenciones, porque…

No son realmente significativas a un nivel personal.

Para nada.

Pero, sí, siento que eres un alma transformadora. Siempre que te escucho aprendo algo.

Quizás… Algunas veces me he dado cuenta que funciono como un canal que une una cosa con la otra. Esa cosa con la otra puede ser, una amiga con un amigo; una amiga con un lugar; o mi danza con alguien que la pueda recibir…

En los talleres sentí que me ayudaste a conectarme conmigo misma, con el movimiento.

Algo así siento.

¿Lo haces intuitivamente o te das cuenta de que eso va a pasar?

Lo hago naturalmente por una necesidad de hacerlo, porque te quiero y digo “vamos aquí”, y siempre trato de unir una con otra. Personas, generalmente, o cadenas… Como encadenamientos. Eso es lo que siento más claro, creo, en mi personalidad, si se pudiera llamar, un don. O una misión de repente, más que un don.

¿Siempre has vivido en Lima?

He vivido en Huacho cuando era chiquita, también en Chaclacayo y nací en Los Órganos.

 

foto de sus padres intervenida por Ana, cuando su madre estaba embarazada de ella

foto de sus padres intervenida por Ana, cuando su madre estaba embarazada de ella

 

¿Tu niñez ha sido en la naturaleza?

De Chaclacayo, me acuerdo bastante. De Huacho, no mucho; del puerto, sí. De Órganos, no recuerdo nada porque era recién nacida. Sí me he movido un montón.

Cuando vas a trabajar tus proyectos, ¿dónde te gusta situarte?

Tengo un espacio arriba donde pasa de todo. Puede ser cuarto de costura, donde está la computadora…

¿Coses, Anita?

No, pero remiendo, y tengo algo con el bordado -tengo ahí un mantel que bordé hace años-, que creo que, sí, de hecho, me hubiera gustado desarrollar más, pero soy bastante caótica, bien indisciplinada.

¿Dispersa?

Mi mamá me decía “Hijita, baja a la Tierra. Baja que estás en la Luna”.

Yo creo que el espacio creativo, en mi caso, tiene un montón que ver con la naturaleza y con la contemplación de la naturaleza; en los paseos, cuando salgo a caminar, miro el mar… En esos espacios de soledad, es donde siento que se cuece algo, algo que comienza a latir. Y de ahí, depende, a veces escribo, a veces lo hago directamente con el cuerpo, en una sala de ensayo, donde trabajemos.

 

 

Si es algo más de escritura, de lectura, ahí tengo mi computadora. Tengo una sala donde hago meditación y me tiro hacer yoga; también, a estirar. Entonces, es una comunicación de varias cosas. El enfoque está siempre ahí, en algo que vas creando, cocinando, y es todo el día, sin un lugar específico. Lo tienes adentro y vas buscando. Es como estar alerta. Y el estar alerta está en todos lados. Cuando estás en ese momento, de ahí vas viendo cómo lo vas materializando: un escrito, bocetos… porque no es siempre. A veces, estás en nada.

 

Algunas personas necesitan un espacio específico para canalizar su creatividad.

Claro -y un método, también-, un lugar donde tú te concentras. Generalmente, con el cuerpo, es en los ensayos, que son espacios que se abren para ver qué pasa. Como cuando cantas en las improvisaciones. Y eso es en un lugar que no tiene lugar, porque cambia.

¿A dónde te gustaría mover tu casa?

Al mar. No veo un lugar específico. Tal vez México… Tulum… (Nos reímos porque Tulum es muy exuberante, paradisíaco). También puede ser en el Perú, en un lugar tropical, no muy frío… No sé. Per hay tantos lugares… Exactamente dónde, no lo he visualizado aún.

¿Te gusta cocinar?

Sí. Lo que más me gusta cocinar, son cosas crudas. Me encanta hacer ensaladas, porque me gustan las formas y los colores diversos de los vegetales. Es como una jardinería: arrancar el perejil… ponerlo… Ese tipo de cosas. Intuyo que no es tanto la cocina de la alquimia de los olores de la canela, de la infancia… Obviamente puedo hacer un pastel, puedo hacer una sopa… También me gustan esos olores, pero creo que los olores los siento más en relación a los momentos íntimos, con las sábanas, con la cama, con los aceites… Con eso. Ahí siento un poco más la relación con los olores.

Cuando ensayas es rico llegar y ponerte aceite en tus piecitos cuando estás estirando, antes de empezar a hacer clases… Me encantan los aceites, tengo miles de aceites.

¿Qué olores te gustan?

El eucalipto, la lavanda, las flores… El sándalo, me encanta; el jazmín, me gusta; la rosa, es una de las primordiales para mí. Cualquier aceite es bueno; depende de lo que necesites.

Los tés también tienen muchos aromas…

Los tés, el café por la mañana… ¡uf!. Levantarte y hacer tu cafecito en la mañana es como “¡Gracias, Dios!”. Pero cuando empiezas a tomar té, el café pasa a un segundo plano. Las hierbitas son buenazas, además, en el Perú, hay miles.

Un gato empieza a mordisquear a Chichi. Nos advierte que es un mordelón, mientras que él nos sorprende con su belleza. En palabras de Ana, es un gato churrísimo. Nació el mismo día que ella y desde hace un año y medio, hace lo que quiere en la casa. Se llama Ximu, como un personaje de la novela, Ino Moxo, de César Calvo, en la que Ana y su esposo Óscar Naters inspiraron su obra homónima.

¿Qué te gusta hacer en la casa?

Todo me gusta. ¿No ves el orden? Soy medio maniática.

 

 

¿Tú limpias siempre sola?

No, también viene alguien a ayudarme. Hay momentos en los que se desordena todo, como cuando estás ocupada con un trabajo y todo se comienza a desordenar y yo me comienzo a desesperar. Me gusta bastante ordenar, pero es difícil cuando vives con otros porque todos desordenan todo. Yo soy la única que está “por qué lo dejas aquí, se va a caer. Déjalo acá”. Soy un poquito más fijona en eso, pero, son obsesiones, no lo veo muy bueno tampoco. Se ríe. O sea, es bueno hasta cierto punto, pero sin pasarse.

¿Siempre has tenido gatos?

De chiquita no le tuve mucho apego a las mascotas. En la casa de mis padres habían perritos; gatos nunca. Más bien, de grande he tenido gatos.

¿Cómo es tu relación con las plantas? ¿Cultivas plantas de combate, plantas fuertes, o tienes por ahí violetas, orquídeas…? (Tus plantas están lindas).

No, yo no sé si tengo buena mano para las plantas, sinceramente. Me gustan, pero no tengo la mano que tenía mi mamá. Mi mamá era increíble, siempre sus plantas eran lindas. Se me mueren las plantas, a veces.

¿Dónde te gusta estar sola?

Para estar sola paseando, obviamente, me gusta mirar el mar; y en casa, me gusta estar en mi cuarto.

¿Qué elementos en él son fundamentales?

Es más una sensación de descanso. Eso, más que todo. No voy al cuarto necesariamente para hacer cosas. Me gusta la sensación de ponerme de costado, respirar y decir “¡qué rico!”, en la siesta, por ejemplo. ¡Es bueno! ¿No?

 

No tengo objetos fetiches, ni preferidos; me adapto muy fácilmente a las cosas. Claro, obviamente, prefiero una seda, que un plástico. Hay diferencias en esas cosas sutiles que, a veces, tienes al tacto, por una sensación rica...

 

 

Pero no es porque simbolicen nada.

No, no tengo nada que diga “no, este objeto no te lo llevas, ni hablar”. A menos que sea un recuerdo muy personal, un recuerdo de mamá, una cosa que guardas con un cariño especial. Pero tampoco quiere decir que no se pueda ir en algún momento.

Pero sí me gusta esa cosa suavecita de la cama, de tu almohada limpiecita con olor a limpio, que te hace decir “¡Gracias, Dios!”. Esa sensación es bonita, es como regresar al nido, algo que tiene que ver con el descanso, porque, uno anda cansado. Cuando paro, es ahí.

¿Hay algún paisaje que te haga soñar?

Un espacio ideal, creo que no tengo, como te decía, puedo adaptarme. La relación con el mar, de hecho, es bien fuerte; el desierto es maravilloso, me encanta el desierto del Perú, que es lo que a nosotros nos ha nutrido, lo que respiramos todos los días. Las huacas de la costa son una maravilla para mí. Son espacios de conexión sagrada. Pero, no para vivir, necesariamente, porque ¿qué haces en un desierto? ¿Morirte de calor todo el día?

Pero, estos cenotes que hay en México -regresando a esta zona yucateca-, están debajo de la tierra y son de agua. Dicen que son restos del meteorito que cayó en la Tierra hace no se cuántos millones de años, que formaron esas grietas –que son miles- en toda la península de Yucatán. Están debajo de la tierra, algunos a 50 metros, otros a 100 metros hacia abajo. Alrededor hay piedras distintas: rocosas, cristales… Y ahí nadas, ¡es alucinante! ¡Es maravilloso!

Te sientes como nuevamente regresando a ese centro que uno busca -en la vida creo que uno busca llegar a algún lugar o regresar a donde naciste-, hay algo ahí. Es locazo ese sitio; hay un silencio alucinante, el agua es dulce, te puedes bañar, puedes pasar de uno a otro… Son como cuevas, pero con agua. Es una de las experiencias más fuertes que he tenido a nivel de paisaje. Así como en la costa peruana, que te digo que me encanta.

¿Coleccionas algo?

Tengo un montón de muñecos. Pero no los tengo porque los coleccione y “¡oh! ¡No te los lleves!”, o que me compre cuando voy a la India, a Bali… no. Son plásticos que me he encontrado por ahí, pero, me gustan las muñecas. Muñecos, también pueden ser… Tengo por ahí un dinosaurio, un otorongo, un Hulk… Los tengo en una caja para que cuando venga algún amiguito o un sobrinito, tenga algo para darles.

 

 

¿Sientes nostalgia de algún lugar que no conoces?

No sé si la he sentido, pero la puedo sentir ahorita que me lo estás diciendo, de repente.

¿Y tiene alguna imagen?

Sí, de hecho es una casa que es redonda, no es cuadrada. Eso sí lo tengo clarísimo. Es redonda, color tierra… De hecho puede ser un color naranja-melón o tierra. Puede ser de barro, también puede ser blanca. Tiene espacios circulares, de todas maneras. Y jardines interiores.

¿Y dónde está? ¿Qué airecito tendrá?

Es caliente, pues, es tropical. Nuevamente, llegando al tema, es por ahí.

¿Será el México que dices?

Podría ser México.

¿Por ahí estará tu casa esperándote?

Por ahí, o en Brasil… En esas costas, exuberantes, frondosas… No es árido, necesariamente. Pero sí es un espacio redondo, con plantas adentro y ¡agua! Agua, tiene que haber dentro de la casa. Básico. El agua tiene que correr dentro de la casa, como con canales, chiquitos… ¡Aunque sea uno! O una pocita donde circule el agua, y que suene. Algún movimiento. Porque es como un canto y, claro, lo puedes tener en el mar, si vives a la orilla del mar y escuchas las olas… Ese arrullarte… Pero, el sonido de correr el agua poquito, en una casa… ¡Cómo quisiera!

Un canal que baje, o una grieta, una gruta, donde caiga el agua y se vaya para afuera, y reciclar el agua o usar esa agua para el jardín. Obvio, con un árbol; tiene que haber un árbol en la casa, o varios, mejor.

¿Qué árbol te gusta?

Me encanta el suche, el floripondio… Los rosales… Si tuviera una casa con jardín, ¡uf!, tendría rosales de todos los colores. El rosal, me encanta, pero es más un arbusto.

¿Alguna cosa que no tendrías en tu casa?

Un perro, creo. Y no tengo microondas.

¿Un perro?

Es que no me gustan los ruidos, me gusta el silencio. Necesito el silencio urgente, entonces, un perrito que ladra… A menos que el perrito no ladre, pero no le vas a decir al pobre perrito que no ladre. Creo que un perro me pasaría de vueltas un poco, pero, no es el perrito en sí, sino, el ruido. Las cosas bulliciosas no me gustan, por ejemplo, los cuchillos eléctricos… Ahí está, un cuchillo eléctrico, no tendría. Porque, además, para cortar qué, ¿carne? Como no como carne, ¿para qué quiero un cuchillo eléctrico?

Para el panetón…

¡No!… El panetón lo agarro con la mano, lo pellizco, nomás, y lo cojo… No necesitas el cuchillo.

(Nos reímos).

¿Qué te has regalado con mucho gusto?

¿En la vida? ¿Objeto o cualquier cosa?

Cualquier cosa.

Ver a Pina Bausch, por ejemplo. Hice todo lo imposible, me subí al teatro tres veces, dormí en el parque, cualquier cosa. Tengo una foto con ella. Me la crucé en un ascensor.

Y, ¿qué le dijiste?

No le dije nada.

Y, ¿cómo tomaste la foto?

No, la foto fue después, no fue en ese momento; fue ese mismo día después de la función, hubo una recepción, y me le acerqué y le dije “¿me puedo tomar una foto con usted? Vengo de Perú”. “¡Claro!”, me dijo. Tenía unos ojos azules… En esos ojos vi todo, creo. Fue bien bacán ese encuentro. Sus ojos azules impresionantes, de una bondad, que se te quedan forever. Las miradas, qué fuertes son. Eso me acuerdo muy claro: sus ojos. Increíbles. Tengo dos fotos con ella, una con ella sola y otra con un japonés que es un famoso bailarín de butoh, ella y yo.

Esa es una cosa me he regalado de puro terca, porque dije “¿No hay entradas? Yo me voy a ver esto como sea” -estaba en París-. De puro tesuda.

Y, ¿así eres en general?

Sí, a veces se me mete algo en la cabeza y como sea trato de conseguirlo. A veces, no tendré buenos resultados, pero, si se me mete una cosa en la cabeza digo “como sea voy a tener esto”.

Y de cosas que me haya comprado… Siempre me compro cosas. Hace poco me compré una joya. Es una joyita.

¿Y este anillito?

Éste me lo regaló Óscar. Es tan enano, es parte del dedo, ni lo siento. Es lo único que no me saco cuando hago masajes. A veces, me lo saco: cuando bailo, en las clases… Ahí me saco todo, no soporto las cosas.

 

Me encantan los libros, siempre me compro libros, a veces me los compro porque me gusta el libro en sí, no por el contenido necesariamente. Pero, también el contenido, obviamente, es importante.

 

 

Y te lo lees todito…

Sí, los leo; los ojeo, también. Pero, sí, a veces miro la forma del libro y lo que dice el título… Cosas así.

¿Eres metódica para leer?

Yo tengo que leer corto y rápido. Me aburren las novelas largas. Tengo que leer más ensayos, o libros largos que tengan capítulos cortos, donde yo sepa donde acaba y que me puedo ir a hacer otra cosa y regresar. No puedo con esos chancacones tediosos.

¿A qué te gustaría dedicarle más tiempo dentro de tu casa?

A escuchar música. No escucho mucha música, acá, en la casa. Escucho en la computadora, pero, no es lo mismo que poner tu disco y echarte en tu sillón y escuchar con una buena fidelidad una música que te guste. Eso me gustaría, escuchar más música, tranquila o salsa, lo que fuese.

Y, ¿qué no te gusta hacer dentro de la casa? Del cotidiano.

De las cosas hogareñas, me gusta hacer todo, pero, cansa, pues, a veces, ¿no?

¿Reniegas, a veces?

Sí, soy recontra renegona.

¿Dices “¡ordenen!”?

Si, tengo que estar detrás, porque si no ordeno yo, nadie ordena. Óscar riega por las tardes el jardín; Trilce se encarga de la cajita del michi (porque ella trajo el gatito)… Hay varias cosas repartidas. Pero, a veces, se olvida y se puede quedar la caja 4 días y yo tengo que ser la que… La mamá siempre es la que está más pendiente de todo. Nosotras somos multifacéticas; todo puedes hacer a la misma vez: escribir, pensar, amar, correr, salir, abrir, cocinar… Todo a la misma vez. Eso es locazo. Yo me doy cuenta de que los hombres, no, los hombres hacen solamente una cosa a la misma vez. Una. Son unidireccionales; en cambio nosotras somos más multi.

No entiendo porque tenemos que comer tres veces al día: hacer el jugo, tostar el pan, hacer la ensalada, el pollo… En la cena, también, vas variando… Los panqueques… Y sientes que tienes que estar lavando los platos…

Y cuando acabas de lavar, ya tienes que volver a cocinar.

¡Exacto!

Además, después de lavar, tienes que guardar los platos, porque cuando quieres volver a lavar, está todo lleno de cosas… ¡Dios mío! ¡Eso es todo el día! ¡Es alucinante!¡Todo el día las ollas están ahí!

Eso de comer tres veces al día, es un montón de inversión de tiempo de una.

Es demasiado. Dicen que la ración normal es un puño diario, imagínate. En el ayurveda, es así. Y el resto, agua.

¿Sí? ¿Un puño de qué?

Tiene que tener de todo un poquito. Puede tener una taza de arroz o una menestra; de ahí, le metes ají, básico; y germinados…

¿Por qué el ají es básico?

Porque te dicen que tienes que tener todos los sabores en un solo plato, los cinco sabores: dulce, amargo, picante, salado y ácido.

No es tan difícil, tampoco.

Después fuimos a conocer su cuarto de trabajo. Los colores eran cálidos; destacaban mucho el rosado y los rojos de la cama y los cojines, es donde nos hemos aposentado a mirar su colección espontánea de muñecos. Tiene algunos que compró, regalados y otros que aparecieron, como una muñequita que se presentó en la orilla de una playa. También hay fotos lindas de su infancia, entre muchas chucherías, pequeñas, de plastiquito, curiosas.

 

 

Comimos torta, galletitas y tomamos té. Conversamos, reímos y nos quejamos del calor. Compartimos la placidez del gato. Desde este 31 de marzo, podemos verla en escena en la reposición de Ino Moxo, en el Teatro Británico.

 

y se hizo de noche.  entrevista y conversa : Giovanna Nuñez . Roxana Doig

y se hizo de noche.  entrevista y conversa : Giovanna Nuñez . Roxana Doig

MARZO . MUJER . 2

Maritza Villavicencio. Historiadora y fitomántica.

 Ha dedicado décadas de investigación al estudio de la mujer en el antiguo Perú y al rescate de tradiciones y visiones ancestrales que dan sentido a la lectura de nuestra historia, pero que también dan luces a la lectura de nuestro presente.

 

Maritza en su espacio donde lee los pallares.

Maritza en su espacio donde lee los pallares.

La emergencia de Maritza como fitomántica, le ha dado a nuestra historiografía, herramientas desconocidas. Ella ha unido dos mundos desconectados: la academia, cuyas ciencias sociales todavía mantienen los prejuicios que la configuraron en el siglo XIX, con el conocimiento y las prácticas milenarias del Perú, rescatando del olvido y la extinción saberes y tradiciones ancestrales que nos trasmiten una nueva versión de nuestro pasado.

Acaba de terminar la escritura de su libro “Mujer, poder y alimentación en el antiguo Perú”, una investigación de largo aliento acerca del verdadero lugar que ocupaba la mujer en nuestra historia antigua, y de la que se desprende una reflexión, de vida o muerte, sobre el espacio que ocupamos las mujeres en la actualidad.

 

Libros publicados de Maritza.

Libros publicados de Maritza.

 

Ya que se nos adjudica inopinadamente la labor de alimentar y el mantenimiento del hogar a las mujeres, y ya que esto nos impide desarrollar otras actividades fuera del hogar, ¿qué relación tiene la alimentación con el poder?

Mira, hoy en día, muchas mujeres, desde las jóvenes hasta las adultas mayores, sienten que la casa es un encierro y que no les permite posibilidades de desarrollo personal; esto se debe a nuestro modelo de vida. Es un sistema de vida que le ha quitado poder, no solamente a la mujer, sino a la actividad de cocinar diariamente, de lavar diariamente, en suma, a todas las actividades de mantenimiento. Tú puedes ser una excelente cocinera en tu casa, puedes ser excelente lavando, planchando, limpiando, pero, nadie te paga por hacerlo, las mujeres invierten su tiempo y su energía pero como son actividades no remuneradas, te empobreces. Lo máximo que te puede pasar, es que el día de la madre te den un regalo: un artefacto eléctrico para aliviarte la faena. Como en la actualidad el dinero es el medio por el cual se valora lo que haces, guste o no, un trabajo no remunerado como el que realizan las mujeres en la casa, no tiene valor o está desvalorizado. Incluso a las mujeres a las que se les paga por eso, se les paga lo mínimo, y en la gran mayoría de los países del mundo, es un trabajo que no está reconocido o no pasa por los medios formales. Si al trabajo en el hogar se le pusiera cifras, costos, salario digno, beneficios sociales, etc., cambiaría  toda la economía mundial. 

En la actualidad, muchas mujeres para obtener dinero y sentirse valoradas, tratan de estar en ese mundo público; pero resulta que el mundo público, ha sido creado a imagen y semejanza de los hombres. Entonces, la mujer que quiere sobresalir en él, que quiere estar en igualdad con los hombres, tiene que renunciar, con no pocas culpas, a mucho de lo que está dentro del hogar, y asumir comportamientos, conductas, tiempos y actitudes masculinas, porque no hay otra manera para surgir dentro de las exigencias competitivas del mundo laboral, profesional, empresarial, artístico, etc.

 

 

Comencemos por occidente. Esa historia de que los hombres eran los sustentadores, los fuertes… Esa imagen de un fortachón vestido de pieles enfrentando un bisonte, y, algunas veces -en broma-, hasta arrastrando a una mujer de los pelos, es una imagen totalmente falseada. Son imágenes que la historia ha creado desde fines del siglo XIX y comienzos del XX.

Estamos acostumbradas a escuchar “¡ay! ¡las mujeres hemos sido oprimidas toda la vida!”, pues… ¡No es verdad! Desde 30,000 años a.C. hasta 3,500 a.C., es decir, gran parte de la historia de la humanidad, el centro de las comunidades, era una mujer. Eran comunidades matrifocales y matrilocales.

La gran caza, no era relevante. La comida importante estuvo constituida por carbohidratos, vegetales, moluscos y pequeños animales, que fueron recolectados y cazados por las mujeres. Además, en la caza mayor participaban tanto las mujeres como los niños, porque cazar esos animales no se lograba mediante una lucha cuerpo a cuerpo; había que aislar a un animal de la manada, acorralarlo, rodearlo, etc.  En estas acciones participaba toda la comunidad.

Como resultado, dicen las arqueólogas europeas, que las mujeres, en realidad, contribuyeron con el 70% de la dieta alimentaria. Es decir, las mujeres para subsistir no dependían de los varones, por el contrario ellas y no ellos fueron el corazón de la subsistencia humana. Si consideramos que el arte refleja a la sociedad que lo crea, resulta que hasta 4,000 años a.C., abunda la representación de mujeres, de diosas conocidas como Venus Paleolíticas, y no hay representaciones de dioses ni de hombres.

 

¿Qué habrá sucedido para que cambie esa relación?

Hay varias teorías, básicamente dos: una plantea que fue un proceso interno de estas sociedades de la antigua Europa (básicamente, la occidental); mientras que la otra plantea, más bien, que en Europa oriental se desarrollaron sociedades de corte varonil, bélicas, que conquistaron a las comunidades de la antigua Europa, las dominaron y comenzaron la reversión del poder femenino.

Así como las arqueólogas europeas están revisando su prehistoria, también lo están haciendo las historiadoras sobre otras etapas, pues hay muchas omisiones y falsedades sobre el papel histórico de las mujeres, especialmente desde el siglo XIX, en que la ciencia se ha dirigido a justificar la reclusión de las mujeres en la casa.

 

 

¿Cómo fue en el antiguo Perú?

 Occidente nos conoce hace menos de 500 años, pero interpretó nuestra historia desde su punto de vista.  Antes de esos  500 años (481), en el Perú las relaciones de género, las relaciones entre hombres y mujeres fueron originales y muy diferentes a las europeas de entonces. La tesis central de mi libro -que se nutre de los hallazgos arqueológicos de las gobernantas, reinas, etc.- es que las mujeres tuvieron un poder inmenso en varias de nuestras culturas, y que ese empoderamiento se basó en tres espacios: la alimentación, la producción textil y la taumaturgia (la capacidad de sanar, de provocar lluvias, etc.).

Un ejemplo, sobre el Imperio inca se ha destacado la figura del inca, como su supremo emperador, sin embargo, hoy me queda claro que el Tahuantinsuyo estuvo constituido por dos poderes que funcionaban simultáneamente: el poder femenino y el poder masculino. La Coya, era la emperatriz y el Inca, el emperador. Ambos eran elegidos, pues, esas uniones eran totalmente políticas. Y eran las mujeres de las familias “reales” quienes tenían el peso decisivo en la elección de la futura Coya. Las Coyas gobernaron toda una estructura de empoderamiento femenino que existió a lo largo y ancho del imperio.

La historia del Tahuantinsuyo ha girado en torno a los Incas y desde una perspectiva masculina. Yo he estudiado lo femenino, que ha sido obviado completamente, a pesar que se encuentra en las crónicas de los siglos XVI y XVII. A ver, ¿quién es Mama Ocllo? Mama Ocllo no fue la pareja de Manco Cápac. Mama Ocllo fue la Coya que gobernó con Túpac Yupanqui, el Inca que logró la mayor extensión de territorio, el gran emperador, y ella fue la gran emperatriz. Decían los cronistas como Murúa que, aquello que Túpac Yupanqui y sus capitanes no lograban conquistar, lo conquistaba Mama Ocllo. Otro dato, Mama Ocllo era de Chincha. ¿Por qué se oficializó el quechua? Por ella,  el quechua chinchano se convirtió en la lengua de los incas. Y, ¿quién venció a los huarcos de Lunahuaná, que se resistieron por años al poder del Inca? Respuesta: Mama Ocllo.

En el antiguo Perú, las mujeres desarrollaron toda una serie de estructuras que funcionaron como órganos de gobierno, donde ellas tenían el poder. Ellas eran las administradoras que organizaban tanto su espacio privado, como el espacio público. Por ejemplo, los Acllahuasi, que fueron espacios exclusivos de mujeres, tuvieron el control de la administración regional durante el Incanato.  Se ha hablado de los Acllahuasis como las casas de las vírgenes del sol, como el harem del Inca… Nada que ver, eran espacios acotados del poder femenino al que no ingresaban varones.

 

¿Alguna vez el hombre estuvo implicado en el cuidado? Me parece pobre verlo solamente en ese rol bélico.

Pregúntale a un hombre, no es triste para él, porque él siente que está cumpliendo su rol, está muy bien en lo que está haciendo. Es más, muchas mujeres quisieran estar ahí, para no tener que permanecer aisladas en la casa y en actividades sin prestigio. Noto por tu pregunta que las mujeres jóvenes insisten en querer cambiar al otro, pero ese es tu deseo porque no estás contenta con el rol que desempeñas.

 

Más que con el rol, con la valoración del rol, que te termina haciendo más pobre, que te quita oportunidades de desarrollo… Porque la valoración de la sociedad es la que está finalmente poniéndonos a las mujeres en ese lugar de opresión.

¿Sabes cómo se les llama a las Venus paleolíticas? Venus Parturientas, porque todas estaban con los pechos hinchados,  les salía leche, estaban embarazadas o dando a luz. Eso era lo que tenía valor, el cuerpo femenino creador de vida. El valor de una mujer comenzaba a partir de su naturaleza, de lo que su cuerpo era capaz de dar, y esto era valorado por su sociedad. Para la sobrevivencia eran importantes las mujeres, pues, creaban seres humanos; y, además de parirlos le aseguraban la vida en los primeros años, con la leche materna. Por eso, las diosas eran nutricias y las mujeres que realizaban esas actividades tenían poder, porque eran las que aseguraban la sobrevivencia y el desarrollo humano.

Eso es lo que tienes que revalorar. Ahora la mayoría de las jóvenes retrasan el primer embarazo, porque si te embarazas a los veinte o antes no puedes hacer tu carrera, no puedes estudiar… Un bebito es un estorbo en tu proyecto de vida, cuando debería ser a la inversa.  Es la maternidad la que ha sido desvalorizada; una función única que tiene nuestro cuerpo, que no tiene el de los varones. Y nosotras somos cómplices. Hemos dejado desarrollar el dilema. ¿Te quedas con tu hijo o te vas a cantar, ensayar, capacitar…?  Bueno, esta visión es la que debe cambiar.

 

 

Nosotras pensábamos hablar del profundo simbolismo que tienen para ella los objetos que la rodean, pues vidente e historiadora, es decir, atraviesa las cosas con una doble mirada de rayos x, pero Maritza, tiene menos ganas de hablar de eso, que de su trabajo. Eso es lo que le apasiona. Lo que para nosotras era materia de curiosidad para ella eran obviedades.

 

Por ejemplo, pensamos que, dado que su departamento queda en Miraflores y debido a su vocación y su conexión, tal vez Maritza hubiera preferido morar en otro lugar, lejano, místico, natural... Pues no, nos dice:

 Este edificio está construido sobre lo que, hasta los años 60, se llamaba “La huaca chica” y era parte de la Huaca Pucllana. Ésta, en su primer periodo, pertenece a la Cultura Lima, que fue gobernada por mujeres y las diosas eran las deidades principales. El espacio que abarcaba la Huaca Pucllana era mucho más grande del que ahora vemos, pues ha sido reducido por el crecimiento urbano. Pero acá, este sitio donde estamos, era una zona sagrada. No fue por casualidad que mi padre escogió este sitio para regalarme un lugar donde vivir. Y éste siempre ha sido mi refugio, el lugar donde aprendí a leer los pallares, donde escribo y donde viví con mi hijo.

 

 

Tiene un hijo, una nuera, 4 nietos y unos padres en el recuerdo con los que siente que ya cumplió. Ahora se expande a gusto en su inmejorable locación, donde puede levantarse de madrugada tras algún sueño premonitorio; si quiere, prender todas las luces, poner música, leer o escribir en cualquier parte de la casa. Ella dice necesitar su espacio para ella sola.

 Hace muchos años que se comunica con otras inteligencias a través de los pallares. Ahora siente que su misión es transmitir su saber. Por eso, sus pallares de hoy en día, tienen anotaciones, pues, está sistematizando la lectura. ¿Es posible? Ella misma no sabe explicar por qué, pero sí, y ya ha encontrado muchos patrones de lectura. El método que se infiera de esta investigación, será publicado y enseñado.

 Estoy dejando huellas para que otros la sigan, para que este espacio geográfico que es el Perú, recupere los conocimientos y saberes que se tenían antiguamente, y que hoy pueden marcar una forma de desarrollo diferente. Y creo que las mujeres tenemos un papel importante en esto. El oráculo de los pallares Mochica del siglo II d.C. ha vuelto en el siglo XXI, porque es preciso que se conozca. Por eso estoy creando “un manual”. Este año organizaré un taller de lectura de pallares.

 

¿Solamente pueden leerse elementos sagrados, o hay otros objetos que pueden leerse?

Sí. No todo el mundo lo hará con los pallares, puede que tengan otras antenas con las que se comuniquen mejor, se conecten mejor y desarrollen su propia ritualidad.

Maritza ha leído los pallares Mochica a muchísimas personas, incluidos personajes públicos. La mesa en la que los recibe, es la mesa de su comedor, que adecúa restando dos sillas al juego para quedar en un espacio con 4 horizontes. Cubre la mesa con una manta, que siempre cambia; esta vez, es una hermosa manta shipiba, que alguna vez fue la falda de una mujer comerciante que Maritza conoció en un viaje.

 Sobre la manta, un pañuelo blanco delimita el espacio donde se hará la lectura. En el medio de éste, los pallares se depositan en una copa ritual, que es réplica de las que utilizaban las sacerdotisas mochica y que, en su versión y tiempo original, a veces, portaban sangre.

 

 

Los pallares de Maritza son especiales, no solo por su historia y sus patrones naturales en blanco y negro. Lo son también por las pintas de colores hechas a mano por ella y por sus recientes anotaciones a lápiz con fines pedagógicos, ello nos refleja que su conversación con el oráculo es fluida y auténtica.

contacto de Maritza : pallaroranek@gmail.com

entrevista y conversa : Giovanna Nuñez . Roxana Doig

Iluminados.
Mientras el sol cae por oriente,
la marcha fluye con destino multidisciplinario.

texto y foto : Elsa Estremadoyro Heller

texto y foto : Elsa Estremadoyro Heller

MARZO . MUJER . 1

Aileen Gavonel (1989). Artista plástico.

Estudió grabado, pero otros formatos y materiales la han atraído. Desde hace unos años, la materia de la arcilla es en la que se sumerge cada día. Aunque, a su modo, siempre estuvo.

 

Salí de la universidad y decidí empezar mi taller de cerámica. La cerámica era el soporte que le daba sentido a las cosas de las que yo quería hablar. En grabado me relacionaba más con el papel, que es algo que usamos para anotar, para recordar todo. Por otro lado, la cerámica es algo cotidiano, todo el mundo se puede relacionar con ella; es noble, cualquier persona la puede entender. Entonces, encontré que podía hacer papeles de cerámica; empecé imprimiendo huellas. El grabado es el arte de la huella, y sentía que la cerámica era un buen material para recordar huellas, que tenía memoria: una caricia, un golpe… Lo que sea.

Tuve la suerte de que mi papá había hecho cerámica hace mucho tiempo y tenía un hornito. Le dije mi plan de vida después de la universidad y me dijo “cuando tengas tu propio taller, te voy a dar el horno”.

Me mandé a hacer mi taller de cerámica porque quería hacer mis trabajos y no estar dependiendo de otras personas. Y, aparte, quería hacerlo más experimental. Pensé, cómo hacer esto viable.  Empecé con uno de mis mejores amigos, que también es artista. Decidimos montar el taller y dar clases. Comenzamos poquito a poquito, con pocas piezas, trabajando un poco en silencio, viendo como iba cuajando la cosa.

 

facebook: taller dos ríos

facebook: taller dos ríos

 

Justo unos amigos que tienen una galería afuera, nos invitaron a exponer a Estados Unidos. Entonces, nos fuimos con todas las cerámicas que habíamos hecho y montamos una muestra que se llamó Yaku’s Ride, algo así como, “El viaje del agua”.

En este viaje conocimos los talleres de gente joven como nosotros que estaban proponiendo cosas nuevas en cerámica, y dijimos “ya, nos mandamos a hacer un taller de cerámica regresando a Lima”.

Precisamente se estaba habilitando este espacio, y nos vinimos con todo. La motivación que tenemos es hacer nuestras cosas pero también enseñar qué es la cerámica, especialmente en el país en el que vivimos, donde ha sido tan importante en la historia. Hay tanta cerámica y tantas cosas por saber, que es fundamental enseñar cómo se hace.

Queremos seguir fomentando que vengan artistas de afuera, presenten su portafolio y enseñen las diferentes posibilidades que hay con el material. Ver las variedades de  arcillas que hay de cada zona.

 

 

El otro día un amigo hablaba de la energía gravitacional, la gravedad existe, estamos pegados a la tierra. Los objetos también tienen una energía, y uno creo que tiene que poder equilibrarlos para que te vayan guiando en tu camino, para que te vayan ayudando.

Acá trabajo con dos hombres, son mis socios, es un espacio compartido. Ellos son bien prácticos: vienen, trabajan, hacen lo que tienen que hacer, no les importa si esta desordenado o no. Yo me vuelvo loca.

 

 

Soy bien maniática para algunas cosas. Para poder crear necesito un momento especial. Aunque a veces te agarra la viada y no importa nada; pero, no sé, el orden para mí es bien importante. De repente soy muy sensible en esta energía gravitacional. Se ríe.

En el tiempo en que ordenas las cosas, procesas. Ordenas tu mente, ordenas lo que vas a ir haciendo. No digo que sea la persona más ordenada del mundo, pero todo ese ritual del orden es primordial antes de sentarte a crear y a concretar cosas, si no, tu suelo está un poco desbalanceado. 

Tengo la necesidad de tener siempre mis propios espacios. Siento que soy bastante rebelde, me gustan las cosas a mi manera. Cada año mi cuarto era una cosa distinta porque me cansaba. Me encerraba y lo transformaba.

 

(Sobre la pieza colgante que dice “me uniré en tu tierra”).

Me encanta la música, es tan vibrante…

Me encanta la música, es tan vibrante…

 

A veces, me encanta escuchar música criolla y esto (el cartel) es de la canción Contigo Perú.  Me pongo recontra filin y siento todo lo que escucho, me lo imagino. Hay una parte en esa canción donde dice “me uniré en la tierra, contigo Perú”, y, un día que estaba trabajando con la tierra esa frase me removió y dije “¡mierda!, en algún un momento voy a terminar aquí”. 

Estoy cantando, he retomado la guitarra, pero estoy haciendo covers nomás, de Perota Chingó, que me encanta.

 

¿Qué es lo que más te gusta del taller?

La luz. El espacio tiene muy buena energía. Siento que tenemos todo a la mano. Si quiero hacer un bote gigante, tengo los materiales para hacerlo. Siento que es un espacio cómodo para mí.

¿Qué cambiarías en tu taller?

Me gustaría tener una polea para poder subir las cosas (el horno está en el segundo piso). Cosas prácticas. De ahí, no hay nada que realmente cambiaría.

Si transportaras tu taller a otro lugar, ¿a dónde sería?

 Me encantaría tenerlo en Pulpos, esa playa me encanta; yo iba desde chiquita.  Hay unas casas que tienen vista al mar y ahí te juro que tendría mi taller y viviría feliz de la vida.

¿Cocinas?

Mi comida favorita del día de hecho es el desayuno. Los jugos, me encantan y soy bien de sanguchitos. Al almorzar, no me gusta almorzar sola, para nada; si voy a comer sola, prefiero comer en la calle.

¿Qué aromas te gustan?

La salvia blanca. Al comienzo, cuando recién la olí dije “¡aj! ¡Qué horrible!”. Huele fuerte, huele como a axila. Me lo presentó una amiga de Estados Unidos que siempre estaba limpiando todo en su tienda. Lo usan los nativos americanos para limpiar, es como su palo santo. Más que su olor, me gustaba que anulaba los otros olores que había. Es tan fuerte que abraza todo y limpia. Me da tranquilidad, me da paz.

la salvia blanca y dos de sus libros preferidos

la salvia blanca y dos de sus libros preferidos

¿Tienes mascotas?

Todos los animales me gustan, pero más, los perros. Yaku era mi perro por eso le dedicamos la muestra Yaku’s Ride. El viaje de Yaku, era acerca de este perro que se iba de viaje al otro mundo, era una tumba pero bien lúdica; una manera distinta de encontrarse con la muerte.

¿ y las plantas? 

Ahora que me he mudado sola, he encontrado que me gustan las plantas. Cuando vives con tus papás, no te das cuenta de muchas cosas porque te ayudan en todo, te limpian, etc. Pero ahora que tengo que regar las plantas, les converso un poco. El chico que nos alquila es de forestales y tiene un vivero arriba, entonces, me ha acercado un poco más. El hecho de estar cuidándolas, poniéndoles agua… te dan un ritmo agradable. Empecé con plantas más recias, la más delicada que tengo es el helecho. Se ríe.

¿Qué te gusta coleccionar?

Piedras. Cuando voy a la playa recojo rocas. Hay una técnica de cerámica que se llama el paleteo, usas piedras para ir formado las cosas, tengo varias piedras que voy usando para ir modelando. Desde hace unos tres o cuatro años que recién colecciono y las tengo en mi casa. Las escojo porque están ahí o llegaron a mí… Le encuentro la magia a las cosas que llegan a mí. Como un regalo, que de repente no me gustó, pero después lo uso tanto, que ya se vuelve mío. Les encuentro un montón de simbolismos, los objetos los hago míos y ya los veo bonitos.

¿Qué nunca tendrías en tu casa?

Últimamente no me gustan los microondas mucho.

Algo que hayas querido y te lo hayas dado…

Siento que, a veces, tengo suerte para encontrar cosas. Esto es tonto, pero tengo una fijación con los zapatos. No es que me encante comprar zapatos, pero le agarro camote a un zapato y no lo suelto. Son como mis zapatos de la suerte y es difícil que los deje ir.  A la mayoría de ellos les he metido cerámica y luego al horno para que se queden conmigo (muestra las sandalias)… Esa es la piel de unas sandalias que tenía, los recuerdos de un verano, una cosa así. Me gustan los objetos, les encuentro un montón de valor. Les creo una historia a cada uno, una imagen, una cosa así, rara.

 

(Después de la entrevista, Aileen se fue a Tarapoto a conocer una comunidad de mujeres ceramistas, las Huancas).

sandalias intervenidas

sandalias intervenidas

entrevista y conversa : Giovanna Nuñez . Roxana Doig

"La  historia se ha ido deshilachando señores,  
en vano regateamos mesura a los manufactureros del deconstructivismo.
El caos deja sin techo a aquellos que nos sobrevivirán."

texto y foto : Elsa Estremadoyro Heller